El vínculo entre las marcas y los clientes ha cambiado por completo. Antes, los consumidores tenían una necesidad, las marcas respondían y ellos compraban. Era una relación transaccional, muy sencilla.
Ahora los clientes esperan algo más. Ya no solo quieren pagar por un producto o un servicio, sino que buscan una relación directa y personal con las marcas. Y lo cierto es que todavía las marcas son reticentes a invertir en algo que, a priori, no parece enfocado directamente a la venta. Pero el usuario quiere ir más allá; “Si me facilitas la vida, nuestra relación será personal”.
En esta nueva relación entran en juego los valores de la empresa, su opinión sobre el medioambiente, cómo cuidan a sus empleados, etcétera.
En la actualidad existen múltiples ejemplos que han conseguido el éxito absoluto en este campo. Apple es uno de ellos. Solo hay que ver cómo hablamos de sus productos: “La cámara del iPhone es la mejor” o “Voy a ver una serie en mi iPad”. Son actos cotidianos. Sin darnos cuenta hemos convertido a ciertas marcas, como es el caso de Apple, en parte de nuestra vida. Como si fueran de nuestra familia.
Muchos quieren saber cómo piensas, qué opinas del medioambiente o si cuidas o no a tus trabajadores. Por eso es fundamental que las marcas entiendan que las personas quieren algo más que el negocio de comprar.
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